Cuenta Samia en su boda (desde una tarima, vestida de novia) que el dije que se regalaría más tarde a la joven casadera lo obtuvo ella misma de otra boda. A pesar de su rechazo a participar en ese juego de sacar un cordel dorado del pastel, fue prácticamente obligada por el novio de aquellas nupcias a levantarse y participar, y se puso de pié como sabiendo que inevitablemente le sería colgado del cuello el dije (un corazón de oro), cosa que ocurrió.
Dijo cosas muy bonitas, le dio atributos mágicos y pidió a quien lo obtuviera que no rompiera la tradición, que procurara hacerlo pasar de boda en boda.
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